sábado, 18 de julio de 2009

Los chicos de la calle Treinta y tres


Foto: Los fundadores del club San Lorenzo de Almagro.

Primera fila, de izquierda a derecha, sentados en el suelo: J. Monti, J. Nieves, J. Colazurdo, A. Riccio,

A. Coli y P. Silva.

Segunda fila: A. Homero, F. Xaraux, A. Assali, P. Lorenzo Massa, J. Maidana y F. Farula.

Tercera fila: A. Riccio, F. Rosso, M. maidana, J. Herrero, A. Rappa y L. Gianella.

Cuarta fila: A. Scaramusso, J. Gorena (árbitro), M. Romeo, J. Velázquez, J. Coll, F. Monti

y J. Monti



En el “Periódico Boedo” del 15 de abril de 1939 tuvimos la fortuna de hallar una nota referida al XXXI aniversario de Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Nos conmovió la anécdota en sí, habla de un tiempo distinto, no juzgamos si mejor o peor, pero uno donde no faltaban dos ingredientes: voluntad y solidaridad.


Aparece como telón un barrio que recién comenzaba a edificar su identidad. Todos sabemos que aunque para la Municipalidad, la calle México entre Quintino Bocayuva y Treinta y tres Orientales no pertenezca a Boedo, en el corazón de los habitantes, es un rincón boedense enlazado con los colores azulgrana.


Entonces, Treinta y Tres y México en 1907. Entre baldíos y depósitos de basuras “los Forzosos de Almagro” gambeteaban la pelota, embocando los vidrios de las casas que iban haciendo el barrio. Nada sobraba entre los vecinos, más bien faltaba, pero aunque protestaban, sabía que “los forzosos” no formaban una pandilla de vándalos, sino un club de pocos chicos que no superaban los 18 años de edad, cuya única riqueza material era una mascota y el sueño del futbol.


Federico, Juan y Ángel Monti, Luis Gianella y los hermanos Coll; José Colazurdo, Fernando Rosso, Luis Manara, Pablo Silva, Juan Abondanza, los Hermanos Maidana, José Gorena, Amílcar Asali, José Savor, Francisco Sarau y otros, creyeron ver llegar el fin de sus días de jugadores de fútbol cuando en los terrenos de la familia Moreira, se construyó el oratorio San Antonio.


Sin embargo, los salesianos les regalaron una pelota, la que finalmente hubo que cambiar por una de treinta centavos para que los daños producidos en el vecindario fueran menores. Haciendo honor a su nombre ”Los forzosos” no encontraban obstáculo invencible: crecieron hasta formar dos divisiones, la 1era menor y la 1era mayor.


Pero, a tanto valor deportivo se oponía la extrema humildad de los integrantes del equipo. Carecían de un sello para enviar los desafíos a los diarios; por ello fue que el 1 de abril de 1908, en la gloriosa esquina mencionada se convocó a una reunión general de “asociados, directivos y jugadores”. Y aunque mucho se habló, los escasos 50 centavos del peculio del club no alcanzaban para los tres pesos con cincuenta de su costo.


La solidaridad que reinaba en el grupo, formaba parte de la idiosincrasia de lo que entonces era un barrio. Los mismos damnificados por los pelotazos, fueron quienes, con esfuerzo, colaboraron para la compra del sello.


Luis Gianella se pegó al checoslovaco que fabricó el sello para evitar errores que en la prueba habían superado a las palabras bien escritas.


Una vez en poder del grupo, ¿Quién podía sustraerse de imprimir aquel mágico nombre... “CLUB ATLÉTICO FORZOSOS DE ALMAGRO”? Fueron tantos los papeles sellados que Antonio Scaramusso temeroso de que las letras se gastasen, lo arrebató de las manos de sus amigos y corriendo hacia su casa lo escondió en una heladera de entonces, que no prestaba servicio debido al frío reinante.


Apareció para ese entonces el cura Lorenzo Massa y la historia es conocida. Preocupado de que cayeran bajo las ruedas del tranvía, les procuró un espacio para que se entrenaran, les construyó la cancha y aparecieron las camisetas a franjas rojas y azules; también se planteó la necesidad de cambiarle el nombre al club. ¿Para qué haber gastado esa fortuna?... Ahora tenían que tirarlo.


A Federico Monti se le ocurrió que algo del sello podía servir, y fueron las palabras “DE ALMAGRO”. En cuanto al nombre “San Lorenzo”, su razón es obvia.


El gran protagonista de esta historia fue un barrio de vecinos que sabían tenderse la mano.




Foto: Padre Lorenzo Massa



© Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá


Versión para Internet del artículo publicado en Julio de 1994


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